sábado, 24 de abril de 2010

MIEDO

Nota: Mientras buscaba información para este post, surgió un artículo de MP con la misma idea. Por lo tanto, puede leerse el presente post como una glosa de aquél.

MIEDO.

El acto de marcar un principio para un hecho cualquiera, es siempre arbitrario. Puestos sobre aviso, el principio de esta historia es una campaña fallida.

Marcos Cittadini señalaba al comienzo de esta historia que, fracasados los intentos de marcar un gol de media cancha con esos troncos parlamentarios que se dieron en llamar "Grupo A" (sólo La Piba podía ser así de original), lo que se venía era una ola de inseguridad. Porque la inseguridad siempre vende. Es aquello a lo cual se apela cuando no hay otra cosa, para mantener la tensión "mientras se nos ocurre algo". Pero un blooper, uno de esos tropiezos de sitcom berreta obligó a guardar por unos días la campaña inseguridad: Nicole convirtió la munición gruesa en una batallita ridícula.

Y algo se les ocurrió. Lo venían tramando, pero encajar el golpe requería una larga preparación. Revisaron el archivo, rebuscaron entre declaraciones tiradas al voleo, y armaron un relato. La vanguardia de la retaguardia, qué sorpresa, fue Mirtha Legrand, quien tiene miedo a los mozos, a las represalias de Aníbal Fernández, pero no tiene miedo.
Por si no se entendió, Luis Majul te da su versión de por qué esta dictadura es temible.

El hecho aglutinante fue el quórum dado por la senadora Bortolozzi, quien necesita un empujoncito para ganar (para su hijo) la interna de la provincia en Formosa.

En toda operación de prensa hay, siempre, algún elemento que hace ruido. Que un oído entrenado logra detectar aún cuando, como en el caso de los carteles que bien analizara Barragán (minuto 2), muchos no nos detuviéramos a pensarlo. Es que a esta altura, a veces se evita hablar de las operaciones de Clarín por temor a parecer paranoicos. Y no es que tengamos una manía persecutoria, sino que el grupo ha ido reduciendo más y más el espacio para las noticias, cediéndolo al espacio para las operaciones.

De ahí que el lanzamiento de la nueva campaña de desinformación se lanzara con un toque discordante. Bortolozzi no manifestó simplemente disgusto por la táctica de retacear el quórum. Dijo, además, "tengo miedo". Uno podría dudar de su acercamiento a Clarín. A lo mejor, sólo está gagá. A lo mejor, no lo está y tiene miedo. Y, a lo mejor, nos podrían haber embocado esta.

Pero el grupo está tan desbocado, que parece un titiritero borracho que, en su torpeza, hace que el público mire más a los hilos que a los muñecos. El siguiente paso de la senadora Bortolozzi no fue proponer una mejora a la Asignación Universal por Hijo. No. El siguiente paso, fue presentar un proyecto para dejar en nada el artículo 161 de la ley de medios, el más doloroso para Clarín y Grupo Uno.

Y a partir de ahí, toda la operatoria pasó al grotesco:

El editorialista fantasma ficcionaliza sobre una dictadura latinoamericana que persigue a periodistas independientes.

Leuco amplifica el temor de Fernando Bravo, quien aparentemente ha sido puteado por primera vez en su vida. El mismo que subrayó el temor de Bortolozzi y de ¡la jueza Sarmiento!.

Para completar el cuadro, es indispensable la pata tilinga del miedo, para que también puedan entender quienes nunca entienden nada: Granata, a quien le "salió la ciudadana de adentro "(?), sintió miedo. Y nosotros, vergüenza ajena.

Así es como llegamos al objetivo final: cuando el cerco de investigación se cierra más y más sobre Ernestina, los hijos que, según todos los indicios han sido ilegítima y criminalmente separados de sus padres, salen a decir en HD que ¡se sienten perseguidos y con miedo!.

Por supuesto, nada de lo anteriormente dicho obsta para que todos los mencionados y los omitidos tiemblen de miedo y sufran ataques de pánico. Pero, señores, no nos tomen por estúpidos. Nosotros no nos afiliamos al FRE.NA.P.IM.

viernes, 23 de abril de 2010

Los enemigos, o el mejor artículo de José Pablo Feinmann.

El primer post tiene ese molesto carácter fundacional, esa presión por asegurarse de que aquello que se va a decir sea mejor que la página en blanco. Luego, ya habrá tiempo para escribir a la marchanta, como se debe.

Entonces, apelaré a mi valentía para huir alegremente el compromiso. Le dejo el lugar, en este primer post, a José Pablo Feinmann (sí, ya sé que no cae simpático en muchos blogs).

El artículo del cual voy a copiar su parte central, funcionará como columna vertebral en este blog. Por lo que narra, y por cómo lo narra.

Por lo que narra, porque en esta historia está involucrada La Comuna. Madre de todos los reclamos sociales.

Por cómo lo narra, porque todo relato es una toma de posición. En algunos relatos -en muchos- lo narrado puede no ser del todo cierto. Puede ser completamente falso. El modo de narrarlo, siempre es verdad. La verdad de un autor, la que sale a su pesar, la que la lengua le arranca por la fuerza y por la espalda al escritor. Sí, es Roland Barthes: el lenguaje es traidor.

Pueden leer el artículo completo en Página/12. Pueden leer mis tres párrafos predilectos, a continuación:

La Comuna de París



"La batalla de Sedan resuelve la guerra franco-prusiana a favor de Prusia. Napoleón le petit (nombre que le adosó Victor Hugo) es apresado por Bismarck y el canciller de hierro se dedica a pulverizar la Francia. En principio, toma prisioneros a la casi totalidad del ejército francés. ¿Entrará a sangre y fuego en el París de las cocottes y los bohemios que alimentarán la imaginación de Verdi y de Puccini? Bismarck parece decidido a todo. Alemania ha logrado muy tardíamente su unidad nacional y la guerra habrá de consolidarla. Ya lo decía el viejo Hegel (a quien Bismarck conocía lo suficiente): la guerra une a los pueblos. Los griegos se consolidaron con la guerra de Troya y los poemas homéricos. Así las cosas, Bismarck se dispone a devorarse París. ¿Qué habrá de hacer Thiers, el ilustre político que ha quedado al frente de la defensa nacional? (¿Vio que esta nota era interesante?) Desesperado, Thiers distribuye armas a todos los ciudadanos. La medida le parece heroica. ¡Ya verán hasta qué glorioso extremo el pueblo de París sabrá defender su amada ciudad! Pero Thiers no demora en advertir un grave problema: al entregarle armas al pueblo de París ¡ha armado al proletariado francés! Marx lo dice: “París no podía ser defendida sin armar a su clase obrera (...) Pero París en armas era la revolución en armas. El triunfo de París sobre el agresor prusiano habría sido el triunfo del obrero francés sobre el capitalista francés y sus parásitos dentro del Estado” (Marx, La guerra civil en Francia, 30 de mayo de 1871).

"Thiers huye de París y se refugia con los suyos en Versalles. De Thiers, suelen decir los libros de historia: “Louis Adolph Thiers fue uno de los grandes estadistas franceses del último siglo. Era pequeño, despierto, infatigable. Elegido presidente de la República se consagró apasionadamente al restablecimiento ‘de este noble herido que se llama Francia’”. De Thiers, dice Marx: “Thiers, ese enano monstruoso” (ibíd). En la Francia anterior a la Comuna “la miseria de las masas se destacaba sobre la ostentación desvergonzada de un lujo suntuoso, falso, envilecido” (Marx, ibíd.). (¿No es ésta una descripción del menemismo?) Para terminar con esta situación es que los comuneros se apropian del Estado, arman sus milicias y todos (hombres y mujeres) “toman el cielo por asalto”, según –bellamente– dice Marx en una carta a Kugelman de abril de 1871. Entretanto, Thiers, desde Versalles, le dice a Bismarck que le devuelva los soldados que ha tomado prisioneros. ¡París está en manos del proletariado! clama. Y Bismarck entiende: ¿qué significa una guerra entre naciones ante el peligro de una república obrera? Hay que extirpar ese tumor, aniquilar esa peste, ese horrible ejemplo para los restantes proletarios, del mundo. La guerra nacional entre Francia y Alemania se deja de lado y ambas naciones emprenden la guerra social contra la Comuna. Bismarck le devuelve a Thiers sus prisioneros y ahora Thiers tiene un ejército. Mientras, en París, en el París de la Comuna, se viene el “zurdaje” en serio. Los comuneros eligen consejeros municipales por sufragio universal en los distintos distritos de la ciudad. Son responsables y revocables en todo momento. Se despoja a la policía de sus atributos políticos. Se la convierte en instrumento de la Comuna, también revocable en cualquier circunstancia. Escribe Marx: “Una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, que eran los elementos de la fuerza física del antiguo gobierno, la Comuna estaba impaciente por destruir la fuerza espiritual de la represión, el ‘poder de los curas’, decretando la separación de la Iglesia del Estado (...) Los curas fueron devueltos a la vida privada, a vivir de las limosnas de los fieles, como sus antecesores, los apóstoles. Todas las instituciones de enseñanza fueron abiertas gratuitamente al pueblo” (Marx, ibíd.). “El día 6 de abril (se) sacó a la calle la guillotina y se la quemó públicamente, entre el entusiasmo popular. (...) El 16 de abril, la Comuna ordenó que se abriese un registro estadístico de todas las fábricas clausuradas por los patrones y se preparasen los planes para reanudar su explotación por los obreros que antes trabajaban en ellas” (Friedrich Engels, Introducción a La guerra civil en Francia). Y los comuneros siguen: declaran abolido el trabajo nocturno, ordenan la clausura de las casas de empeño y el 5 de mayo disponen abolir la Capilla Expiatoria, que se había erigido para expiar la ejecución de Luis XVI, ejecución que los comuneros, retomando lo más álgido y extremo de la Revolución Francesa, no tenían interés alguno en expiar. Thiers estalla de furia. ¡Hagamos algo, ya!, le dice a Bismarck. Y Prusia y la Francia de Thiers se unen para aniquilar a sangre y fuego a la Comuna. “El hecho sin precedentes (escribe Marx) de que en la guerra más tremenda de los tiempos modernos, el ejército vencedor y el vencido confraternicen en la matanza común del proletariado, no representa, como cree Bismarck, el aplastamiento definitivo de la nueva sociedad que avanza sino el desmoronamiento completo de la sociedad burguesa” (ibíd.). No fue así. La historia no fue por estos caminos que Marx anhelaba en medio de su entusiasmo por las luchas obreras de su tiempo. Como sea, la Comuna queda como un hecho social y político fascinante y parte de esa fascinación se debe a la prosa encendida, brillante de ese viejo y venerable “zurdo” del siglo XIX, el entrañable hombre del British Museum.

"La Comuna, por decirlo brevemente, es aniquilada hasta la raíz. El ejército de Thiers despliega un sadismo nunca visto. Una mujer, desesperada, clama por su vida ante el sanguinario general Gallifet (impecable antecesor del coronel Varela de nuestra Patagonia) y Gallifet le dice: “Madame, conozco todos los teatros de París: no se moleste usted en hacer comedias”. Eric Hobsbawm escribe: “¿Quién sabe la cantidad de miembros de la Comuna que murieron durante la lucha? Los mataron ferozmente a millares después de ella: los de Versalles (Thiers) dijeron 17.000, pero la cifra no es posible que sea más que la mitad de la verdad” (La era del capital) Crítica, p. 178). O sea: 34.000 muertos. La Comuna había durado desde el 28 de marzo, cuando se proclamó, hasta, pongamos, el 21 de mayo, día en que las tropas de Thiers entraron en París."

José Pablo Feinmann