domingo, 1 de mayo de 2011

Sobre "no entender" el peronismo.

Soy peronista. Y esa es una entre muchas razones por las cuales no soy un iletrado. El gorilismo vernáculo ha hecho malabares conceptuales para endilgarle a los peronistas el epíteto de brutos. Como el mismo adjetivo se aplica mundialmente a los negros, todo queda dicho en "negro peronista". Y algunos negros y algunos peronistas terminan por hacer suyos los argumentos del amo. Así es como terminan por considerar que cualquier cuestionamiento razonable al peronismo está motivado por el no entendimiento del peronismo. Como si se tratara de una cuestión mística, o futbolera. El hincha de Estudiantes no "entiende" la pasión del hincha de Gimnasia, que celebra a un club que no ha ganado siquiera un campeonato de la B. Problema resuelto.

Se suma a lo anterior una pulsión básica de todo sujeto: la seducción de poseer un conocimiento oculto, inaccesible al no iniciado. Ser peronista sería, en este caso, como ser masón, o saber que los amos del mundo son una raza reptiliana venida de Alfa Centauri. Nosotros sabemos, ellos no. He visto cosas que tus ojos no podrían creer... Si uno es un adolescente, obedecer a esta pulsión para diferenciarse del resto mediante una identificación tribal, es comprensible. Si uno dejó atrás la adolescencia hace unos años, debería ser vergonzoso el intento de demostrarse poseedor de un arcano inaccesible a los extraños.

Y la verdad es que no hay mucho que entender del peronismo como doctrina. Explicar el fenómeno es otra cuestión, esa sí, inabarcable. Pero mucho más académica. Pretender que sea difícil entender el peronismo es un insulto a la inteligencia y al propio peronismo. No fue concebido como un movimiento que requiriese enormes cuotas de esfuerzo intelectual. En lo más básico de su formación, hay una palabra que solía decir Perón casi como muletilla: ¡natural!. Porque tan natural como es el lenguaje para los humanos, lo es la organización para alcanzar metas. Esto no lo descubrió Perón, y ni siquiera Marx, que ya lo había dicho antes.

Si se quiere leer el corpus teórico sobre el cual se asienta, se puede sin demasiados esfuerzos. No son escritos iniciáticos a los cuales se accede luego de un rito en catacumbas. Las 20 verdades peronistas y el Manual de conducción política. De nuevo: pretender que cualquiera de estos escritos es difícil de entender es insultante.

Hay algo más, por supuesto: la práctica. Y la práctica no determina tanto el entendimiento, como la aceptación. Y ese es el punto que quienes acusan de no entender no entienden.

¿Cómo explicar a la vez el marco teórico y la práctica?.

Creo que la mejor forma de explicárselo a alguien "de afuera", es dar una mirada, precisamente, desde afuera, aunque no tanto. Perón era, suele decirse, hegeliano de segunda mano. Esto se debe a que los manuales de estrategia militar con los que se formó (¿hace falta recordar su formación militar?) eran todos de autores hegelianos. Perón, en su juventud,  entendió a Hegel a partir de esos manuales. La filosofía de Hegel es una filosofía del devenir (¿les suena movimiento?). La primera de ese tipo. Las anteriores, eran estáticas. Hegel intenta comprender el proceso de cambio como subproducto de fuerzas contradictorias. Para que surja la síntesis son necesarios dos opuestos: la tesis y la antítesis. Esto tiene profundas implicancias, no tanto por lo que hay que entender, como por lo que hay que aceptar. Hegel pone como ejemplo la Revolución Francesa (1789), que en sí misma fue sangrienta (tesis); la respuesta de la Historia fue el período conocido como El Terror (antítesis); luego siguió la bonanza y consolidación de los avances logrados (síntesis).  Es decir: si queremos la síntesis, tenemos que digerir un par de sapos. Esta manera de analizar la realidad se denomina "positivismo moral". Es, en sí misma, un sapo. Positivismo moral implica que lo que es, es bueno porque es. Si fuera malo, no sería. Si aún así, es malo, será combatido por su antítesis en el momento oportuno, y luego será otra cosa, que nuevamente, será buena mientras dure. Insisto: es difícil de tragar, no de entender. Hay otra manera de expresar el positivismo moral: "la única verdad es la realidad" (nota al margen: recomiendo "La revolución es un sueño eterno" de A. Rivera, donde se responde a esa frase desde la izquierda jacobina con "la realidad no es la única verdad").

Las consecuencias del positivismo moral son de larguísimo alcance, y el motivo por el cual se suele criticar al peronismo desde la izquierda. Si en un momento dado, para alcanzar el objetivo, hay que aliarse a Clarín, nos aliamos. Y al día siguiente los enfrentamos, para movilizar la realidad. Lo peor que puede ocurrirle a un movimiento es la parálisis (no, no es chiste). Si se necesita una burguesía nacional, nos aliamos a unos cuantos oligarcas con deseos de invertir y hacemos crecer a otros tantos pequeños burgueses hasta que ellos mismos sean el enemigo a batir. Si lo mejor que tenemos en efectividad en Buenos Aires es Scioli, vamos con Scioli. Hay mejores, pero no los vota nadie. Y si hay un disenso interno (los hay todo el tiempo) se decide cuál es la línea ganadora (normalmente, la presidencial). Y todos se encolumnan detrás (acá se ve la formación militar de Perón), incluso quienes no están de acuerdo. ¿Por qué? porque si ganó en un momento dado esa línea, es buena hasta que se demuestre lo contrario (tesis-antítesis). Lo contrario es lo que hacen esos que Carrasco llama "renovadores de la política": a cada disenso se abren y fundan un nuevo partido, atomizando más y más la fuerza de sus bases, hasta verse en la obligación de formar alianzas con cualquiera para conservar algún peso político. El peronismo pelea desde una posición de fuerza, precisamente evitando esa fragmentación. Se los podrá criticar por malos, feos o sucios, pero sigue siendo aún hoy la única fuerza capaz de transformar la realidad. Y esto desde 1945.

Y si no se entiende, es que se tiene un problema cognoscitivo serio.

Pero debo hacer una salvedad sobre las razones por las cuales alguien puede agitar el (no) entendimiento del peronismo: orgullo. Y comparto eso. Suele decirse (esto también está en el Manual...) que a los políticos les conviene una masa inculta, porque pueden llevarla adonde quieran. Lo cierto es que el peronismo fue la única fuerza política con poder electoral que se ocupó en educar a la masa. Esto lo aprendió Perón de los anarquistas que le dieron forma a las luchas populares a comienzos del siglo XX (la mayor parte de los clubes de fútbol y bibliotecas populares que aún perduran, fueron fundados por anarquistas). Porque es mucho más fácil conducir a una masa que conoce los objetivos y está capacitada para comprender los aspectos tácticos de una lucha, que conducir a una masa informe que sigue su primer impulso. Esto lo entienden también -y lo envidian- las fuerzas políticas que son incapaces (o consideran inconveniente) de educar a sus partidarios. De allí la recurrente acusación de clientelismo y compra de votos que se le hace al peronismo. De allí la demonización de La Cámpora, ante la imposibilidad por parte de los políticos que militan en horario central de TN de formar algo similar, debido a que sus objetivos son inconfesables. Puede verse -si uno tiene un rapto de masoquismo frívolo- en youtube un video de Macri arengando a la "juventud PRO". "Vamos los jóvenes", es todo lo que puede decir.

Esa masa que entiende la política, es la que suele verse en estos blogs defendiendo decisiones como la Ley de Medios o la reestatización de las AFJP. También puede encontrarse la otra, la que, por falta de formación o vocación política, apenas si balbucea un discurso moral: cualquier decisión política estaría opacada, según estos otros comentaristas, por tenebrosas intenciones ocultas, o por algún otro problema que todavía no se ha resuelto o tan siquiera enfrentado. Pero en este caso ya no hablamos de entender  o no el peronismo, sino de entender o no la política. Una visión estratégica, versus una visión anecdótica (pudo verse en la discusión Dolina-Pinti).

Finalmente, como Perón entendía al movimiento bastante mejor que estos cancerberos del peronismo que repiten su monserga "no entendés al peronismo, no entendés al peronismo"; incorporó, literalmente, a todos. Es memorable ese reportaje en que acaba diciendo: ah, peronistas son todos. También los que cuestionan desde la izquierda o los que pujan por un corrimiento a la derecha. Porque la idea de un movimiento es incorporar en sí todas las contradicciones  (de nuevo: tesis-antítesis), para que en cada momento dado surgiera un conductor capaz de representar el -perdonen el barbarismo- momento sintético de la sociedad. ¿Es malo? ¿Es bueno? Hegel respondería: es.

Una última acotación (ya me arrepiento de haber empezado a escribir sobre el peronismo; no voy a terminar más). Desde la izquierda más cercana a los escritos de Marx, los cuestionamientos que suelen hacerse lindan con lo ridículo. Primero: Marx pensó una teoría para el centro. La periferia -nosotros- permaneció como una incógnita en los escritos de Marx. Fue Trotsky quien analizó la realidad política de los países periféricos. Y lo hizo bien: en nuestros países, la presión imperialista opaca el poder de la burguesía nacional, por lo cual nuestros gobiernos adoptan dos formas de bonapartismo. Un bonapartismo reaccionario, que se apoya en las naciones imperialistas para oprimir a los trabajadores, y un bonapartismo progresivo, que se apoya en los trabajadores para enfrentar la presión imperialista, cuyos representantes son la más alta burguesía de nuestros propios países periféricos.

Doctrinariamente, no sólo no es difícil de entender. Ni siquiera hay mucho que entender.

martes, 17 de agosto de 2010

Esto no es una pipa

De los animales nos diferencia el lenguaje. Nada más. Ni la inteligencia -que en nosotros es una ventaja de potencia de cálculo, no de calidad- ni el alma, cuya existencia fue dudosa, a lo largo de la historia, en mujeres, esclavos, negros, indios e, incluso, niños. Ni el gregarismo, ni el bipedismo. Lo que nos queda, como ventaja única, es el lenguaje, de una calidad comunicacional infinitamente superior a la comunicación gestual y auditiva de otros animales.

Cuando vemos una imagen, no la entendemos hasta ponerla en palabras. Todo comunicador sabe esto. Una foto no puede, en soledad, ilustrar una nota periodística. Una imagen cualquiera es tan rica en información, que acaba por no informar en absoluto. En la foto, el sentido es libre. El comunicador necesita, por lo tanto, "anclar" uno entre muchos sentidos. Al pie de foto se lo llama, por esa razón, anclaje. Suele ser un ejercicio interesante cambiar mentalmente el anclaje que ha elegido el editor. Sorpresivamente, la "verdad" incuestionable de la imagen, cambia. Magritte jugó con ese extrañamiento cuando volvió protagonista de la más famosa de sus obras, no al cuadro, sino al anclaje.

La televisión supo explotar su ventaja cualitativa sobre la fotografía. Una secuencia de fotos (un video) puede narrar una historia. Y puede generar una convicción absoluta en el espectador de que aquello que está viendo es la verdad. Existe el mito muy arraigado de que las imágenes no mienten. Lo cual es cierto. La otra parte de la frase debería ser: las imágenes no dicen la verdad. Porque sólo se puede mentir o nombrar  con palabras.

Esa es la razón por la cual omitiré los videos (aunque podrá verlos siguiendo los links), y me limitaré a relatar y contextualizar lo que veo. O lo que creo ver.

Barrabravas en el INDEC

Una historia que sirvió para ejemplificar la violencia de las huestes K, fue aquella en que un grupo de jóvenes interrumpió de malos modos la presentación de un libro sobre el INDEC. ¿Ocurrió eso?

Viendo detenidamente el video, encuentro que los "barrabravas" intentan formular una pregunta, dos veces. Los asistentes  a la presentación se indignan por la interrupción pero, sobre todo, por el cuestionamiento, y los "barrabravas" son empujados, golpeados e insultados. Cuando ya se encuentran en la puerta, saliendo del lugar, desde un costado -izquierda de la pantalla- les arrojan dos sillas. Usted podría tener la impresión, sin embargo, de que los violentos son los golpeados, y no los golpeadores.

Muertos de frío

Hace unas semanas, en  días de frío intenso,  faltaba gas en algunos colegios porteños. Sin embargo, TN decidió recorrer las provincias más pobres. ¿Cuándo lo decidió?. En un informe relatado con adjetivación lacrimógena, Julio Bazán nos contaba que en Misiones hay gente que se calienta con estufas a leña. Que las provincias más empobrecidas de nuestro país carecen de gas natural. Que el frío, en definitiva, pega con fuerza entre los pobres. Lo que no nos contaban, era que el informe fue grabado en 2005, que fue esta administración -y no las anteriores- la que empezó la construcción de un gasoducto para solucionar precisamente ese problema, a saber: que todas las administraciones apañadas por Clarín ignoraron  sistemáticamente todo lo que estuviera lejos del Conurbano. Sin embargo, usted podría tener la impresión de que el gobierno nacional ha deteriorado las condiciones de vida de los entrevistados.


A narizasos en los puños.


Hace años, El Chavo del ocho intentaba conservar su orgullo explicando que había sido él quien la había emprendido a narizasos contra los puños de su adversario. Esto fue, ni más ni menos, lo que nos contó Clarín.
Si nos molestamos en situar en contexto a los antagonistas, tenemos por un lado a un neonazi largamente conocido en los juzgados, de nombre Soaje Pinto, quien no sólo se autoproclama nazi, sino que ha dicho públicamente que no considera que  ello afecte a su buena honra. Por el otro, Daniel Reposo, jefe de la Sindicatura General de la Nación y, como tal, contralor en las irregularidades administrativas y jurídicas de Papel Prensa. Soaje Pinto la emprende a golpes de puño contra Reposo, a raíz de lo cual se fractura un dedo. ¿Qué es noticia para usted, lector?. Créalo: la noticia es que Reposo le fracturó un dedo a Soaje Pinto. Algo que es rigurosamente cierto, aunque tal vez tendencioso.

Ambos, Soaje Pinto y Daniel Reposo, acuden a la mediación judicial. El juez sabe que el caso se resume a dos testimonios cruzados e irreconciliables. No hay lesiones reales, sino intención de entorpecer la labor estatal. Suspirando, con dosis infinitas de cansancio y hartazgo, pide a ambas partes - no sólo a Moreno- discutir civilizadamente.

Patota Moreno.




El relato anterior pretende contextualizar la última y más mentada agresión de Moreno. El anclaje, esta vez, resulta llamativamente pulcro. Ascético. No hay ningún intento de contextualizar las imágenes. Moreno deposita unos guantes en un escritorio, y eso mismo nos comunica el teleprompt. ¿Por qué, esta vez, no contextualizan? Porque entonces, querido lector, usted entendería.


Entendería a qué se refiere Moreno cuando dice "traje guantes, porque si no, algunos miembros del directorio se lastiman...", en clara referencia al dedo que se quebró Soaje Pinto. Y que propone una discusión civilizada (con guantes en lugar de puños desnudos), para burlarse del magro triunfo de Soaje Pinto en tribunales.


Entendería que los guantes eran de utilería. Entendería que se trata de la humorada de una persona sin demasiadas ganas de contemporizar con delincuentes.

Entendería que el motivo de la sesión era quitarle al Estado su participación en Papel Prensa.


Entendería que lo más grave de la reunión son cuatro gritos, que le ahorran al Estado millones de dólares pero, sobre todo, buscan justicia.

Entendería que el representante del Estado, lector, trabaja para usted. Y tal vez llegue a entender la paradoja de que los mismos que apelaron a la violencia para robar la propiedad de una empresa, hoy denuncien ser las inocentes víctimas de un gritón.

martes, 3 de agosto de 2010

El catolicismo y la sociedad

Invito a leer, aunque más no sea porque hay que conocerlo, el texto de Unamuno, San Manuel Bueno, Mártir.

Algo que pone de manifiesto Unamuno, respecto del cristianismo, es la tensión entre la megaestructura vertical impuesta desde Constantino a fuerza de espada, y la presión minimalista, de dioses personales, pequeños y con historias casi minúsculas, movida desde las bases. La cúpula católica ofreció, históricamente, una vía de escape a esa tensión permitiendo el sincretismo religioso que dio origen a un panteón superpoblado de santos y vírgenes. Pero lo concreto es que la tensión se debe a que el catolicismo (excluyo a propósito otras manifestaciones más descentralizadas del cristianismo) es una estructura de poder.

De poder político, concretamente. Es el partido político más antiguo de la Historia.

Hace unos días tuve una agria discusión al respecto -porque mis discusiones sobre el tema suelen ser agrias- en el blog Mundo Perverso de Diego F.

El catolicismo es la prueba más acabada de lo que ocurre con un poder político cuando no está saneado por elecciones democráticas. Es inevitable que hacia la cúspide del poder asciendan los más corruptos y sedientos, precisamente, de poder. El control -moral, religioso, político- de esa cúspide es efectuado por los propios integrantes de la cúspide, lo cual vuelve lógico el alejamiento casi absurdo entre un Bergoglio que libra batallas angelicales y una multitud de laicos que sólo pretende de Dios que les permita vivir en paz.

O entre un Ratzinger que propicia la misa en latín (¡cinco siglos después de Lutero!) y personas que esperan de la divinidad apenas un acompañamiento cotidiano. Que aman, tal vez, a un cura que ven cercano a ellos más en vivencias que en credos.

Creo que ese alejamiento entre una masa de creyentes que siguen con laxa indiferencia y escasísimo respeto los ritos de la tradición católica, y la cúpula más y más cerrada sobre sí misma, volviendo en pleno siglo XXI a discusiones bizantinas que el resto de la sociedad superó hace décadas, da la medida cabal de que esta Iglesia necesita hacer crisis. El modelo de representatividad de esta Iglesia necesita una crisis interna si de verdad quiere formar parte orgánica -y no simplemente ad hoc- de esta sociedad. Sinceramente, no veo que esa crisis vaya a producirse a corto plazo.

Mientras tanto, en el terreno popular los dioses siempre han sido y siempre serán paganos. Flaubert, describiendo el desencantamiento de la sociedad griega, decía que superado el siglo V a.C., cuando la Tragedia les había permitido entender que los griegos eran mejores que sus dioses, y todavía no había llegado el cristianismo, hubo un período en el que el hombre estuvo solo. Yo especificaría: estuvo con dioses paganos. Personajes menores deificados. Porque en el terreno popular, nadie tiene ganas de adorar a un dios que es lo peor de nosotros. Si Dios no se compadece de los pobres, y está en contra de cualquier ampliación de derechos, si Dios es apenas un miserable policía cósmico, la religión popular adorará a una cantante o a un desertor. Seres más cercanos, menos poderosos pero más capaces de comprender las miserias con las que cada uno de nosotros debe convivir.

Finalmente, lo más asombroso, la medida de nuestra derrota -o, si se quiere, nuestra modestísima victoria- como sociedad, es seguir disputándole al catolicismo el poder sobre los cuerpos, como si no hubiera existido Nieztsche. Porque de eso se trata el catolicismo desde Constantino: Dios es el dueño de tu cuerpo. Si sos un sacerdote, Dios a través de su representante -contra, incluso, la propia Biblia- dictamina que no podés satisfacer una necesidad básica: la sexual. Si sos mujer, ni sueñes con tomar determinaciones sobre tu propio cuerpo. No es tuyo. Es de tu hombre (ni hablemos de tu mujer), a quien le ha sido dado en concesión. Por el representante de Dios, claro. Y si sos hombre, sólo podrás utilizar una libertad mínima y culposa. Y, por supuesto, "normal". De alguna manera, unos señores que representan la institución más asesina de la Historia saben y decretan qué es normal; incluso decretando una normalidad absolutamente incomprensible para la mayor parte de los mortales.

No me extiendo para evitar que este post se vuelva soporífero. Pero tiro una punta más: el modelo católico, de influencias celestiales, intercesiones, "cuñas" en el purgatorio, ¿no les recuerda al tráfico de influencias en política?. Seguramente sí. Y no es casual.

Para terminar, ahora sí, menciono cuatro textos maravillosos que tratan el tema religioso "desde el llano". "Ensayos sobre el infringimiento cristiano", de R. Sender (derrapa feo cuando habla de astronomía, pero es muy bueno cuando se atiene al tema religioso); "Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos", de Unamuno; "Tres ensayos sobre el cristianismo", de S. Freud; "Temor y temblor", de S. Kierkegaard.