viernes, 23 de abril de 2010

Los enemigos, o el mejor artículo de José Pablo Feinmann.

El primer post tiene ese molesto carácter fundacional, esa presión por asegurarse de que aquello que se va a decir sea mejor que la página en blanco. Luego, ya habrá tiempo para escribir a la marchanta, como se debe.

Entonces, apelaré a mi valentía para huir alegremente el compromiso. Le dejo el lugar, en este primer post, a José Pablo Feinmann (sí, ya sé que no cae simpático en muchos blogs).

El artículo del cual voy a copiar su parte central, funcionará como columna vertebral en este blog. Por lo que narra, y por cómo lo narra.

Por lo que narra, porque en esta historia está involucrada La Comuna. Madre de todos los reclamos sociales.

Por cómo lo narra, porque todo relato es una toma de posición. En algunos relatos -en muchos- lo narrado puede no ser del todo cierto. Puede ser completamente falso. El modo de narrarlo, siempre es verdad. La verdad de un autor, la que sale a su pesar, la que la lengua le arranca por la fuerza y por la espalda al escritor. Sí, es Roland Barthes: el lenguaje es traidor.

Pueden leer el artículo completo en Página/12. Pueden leer mis tres párrafos predilectos, a continuación:

La Comuna de París



"La batalla de Sedan resuelve la guerra franco-prusiana a favor de Prusia. Napoleón le petit (nombre que le adosó Victor Hugo) es apresado por Bismarck y el canciller de hierro se dedica a pulverizar la Francia. En principio, toma prisioneros a la casi totalidad del ejército francés. ¿Entrará a sangre y fuego en el París de las cocottes y los bohemios que alimentarán la imaginación de Verdi y de Puccini? Bismarck parece decidido a todo. Alemania ha logrado muy tardíamente su unidad nacional y la guerra habrá de consolidarla. Ya lo decía el viejo Hegel (a quien Bismarck conocía lo suficiente): la guerra une a los pueblos. Los griegos se consolidaron con la guerra de Troya y los poemas homéricos. Así las cosas, Bismarck se dispone a devorarse París. ¿Qué habrá de hacer Thiers, el ilustre político que ha quedado al frente de la defensa nacional? (¿Vio que esta nota era interesante?) Desesperado, Thiers distribuye armas a todos los ciudadanos. La medida le parece heroica. ¡Ya verán hasta qué glorioso extremo el pueblo de París sabrá defender su amada ciudad! Pero Thiers no demora en advertir un grave problema: al entregarle armas al pueblo de París ¡ha armado al proletariado francés! Marx lo dice: “París no podía ser defendida sin armar a su clase obrera (...) Pero París en armas era la revolución en armas. El triunfo de París sobre el agresor prusiano habría sido el triunfo del obrero francés sobre el capitalista francés y sus parásitos dentro del Estado” (Marx, La guerra civil en Francia, 30 de mayo de 1871).

"Thiers huye de París y se refugia con los suyos en Versalles. De Thiers, suelen decir los libros de historia: “Louis Adolph Thiers fue uno de los grandes estadistas franceses del último siglo. Era pequeño, despierto, infatigable. Elegido presidente de la República se consagró apasionadamente al restablecimiento ‘de este noble herido que se llama Francia’”. De Thiers, dice Marx: “Thiers, ese enano monstruoso” (ibíd). En la Francia anterior a la Comuna “la miseria de las masas se destacaba sobre la ostentación desvergonzada de un lujo suntuoso, falso, envilecido” (Marx, ibíd.). (¿No es ésta una descripción del menemismo?) Para terminar con esta situación es que los comuneros se apropian del Estado, arman sus milicias y todos (hombres y mujeres) “toman el cielo por asalto”, según –bellamente– dice Marx en una carta a Kugelman de abril de 1871. Entretanto, Thiers, desde Versalles, le dice a Bismarck que le devuelva los soldados que ha tomado prisioneros. ¡París está en manos del proletariado! clama. Y Bismarck entiende: ¿qué significa una guerra entre naciones ante el peligro de una república obrera? Hay que extirpar ese tumor, aniquilar esa peste, ese horrible ejemplo para los restantes proletarios, del mundo. La guerra nacional entre Francia y Alemania se deja de lado y ambas naciones emprenden la guerra social contra la Comuna. Bismarck le devuelve a Thiers sus prisioneros y ahora Thiers tiene un ejército. Mientras, en París, en el París de la Comuna, se viene el “zurdaje” en serio. Los comuneros eligen consejeros municipales por sufragio universal en los distintos distritos de la ciudad. Son responsables y revocables en todo momento. Se despoja a la policía de sus atributos políticos. Se la convierte en instrumento de la Comuna, también revocable en cualquier circunstancia. Escribe Marx: “Una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, que eran los elementos de la fuerza física del antiguo gobierno, la Comuna estaba impaciente por destruir la fuerza espiritual de la represión, el ‘poder de los curas’, decretando la separación de la Iglesia del Estado (...) Los curas fueron devueltos a la vida privada, a vivir de las limosnas de los fieles, como sus antecesores, los apóstoles. Todas las instituciones de enseñanza fueron abiertas gratuitamente al pueblo” (Marx, ibíd.). “El día 6 de abril (se) sacó a la calle la guillotina y se la quemó públicamente, entre el entusiasmo popular. (...) El 16 de abril, la Comuna ordenó que se abriese un registro estadístico de todas las fábricas clausuradas por los patrones y se preparasen los planes para reanudar su explotación por los obreros que antes trabajaban en ellas” (Friedrich Engels, Introducción a La guerra civil en Francia). Y los comuneros siguen: declaran abolido el trabajo nocturno, ordenan la clausura de las casas de empeño y el 5 de mayo disponen abolir la Capilla Expiatoria, que se había erigido para expiar la ejecución de Luis XVI, ejecución que los comuneros, retomando lo más álgido y extremo de la Revolución Francesa, no tenían interés alguno en expiar. Thiers estalla de furia. ¡Hagamos algo, ya!, le dice a Bismarck. Y Prusia y la Francia de Thiers se unen para aniquilar a sangre y fuego a la Comuna. “El hecho sin precedentes (escribe Marx) de que en la guerra más tremenda de los tiempos modernos, el ejército vencedor y el vencido confraternicen en la matanza común del proletariado, no representa, como cree Bismarck, el aplastamiento definitivo de la nueva sociedad que avanza sino el desmoronamiento completo de la sociedad burguesa” (ibíd.). No fue así. La historia no fue por estos caminos que Marx anhelaba en medio de su entusiasmo por las luchas obreras de su tiempo. Como sea, la Comuna queda como un hecho social y político fascinante y parte de esa fascinación se debe a la prosa encendida, brillante de ese viejo y venerable “zurdo” del siglo XIX, el entrañable hombre del British Museum.

"La Comuna, por decirlo brevemente, es aniquilada hasta la raíz. El ejército de Thiers despliega un sadismo nunca visto. Una mujer, desesperada, clama por su vida ante el sanguinario general Gallifet (impecable antecesor del coronel Varela de nuestra Patagonia) y Gallifet le dice: “Madame, conozco todos los teatros de París: no se moleste usted en hacer comedias”. Eric Hobsbawm escribe: “¿Quién sabe la cantidad de miembros de la Comuna que murieron durante la lucha? Los mataron ferozmente a millares después de ella: los de Versalles (Thiers) dijeron 17.000, pero la cifra no es posible que sea más que la mitad de la verdad” (La era del capital) Crítica, p. 178). O sea: 34.000 muertos. La Comuna había durado desde el 28 de marzo, cuando se proclamó, hasta, pongamos, el 21 de mayo, día en que las tropas de Thiers entraron en París."

José Pablo Feinmann

1 comentario:

  1. Impresionante. La Comuna de París...la República de Weimar, la República Española, cuántos muertos, cuánta muerte, cuánto idealismo, cuánto romanticismo, cuánta miseria. Y triunfó y sigue triunfando el capitalismo. Y una propuesta tan democrática como la de Kirchner se lleva tanto odio de los capitalistas como si fuera la Comuna de París. No nos masacran porque la Justicia actuó contra los represores militares, que si no, ya habría pasado lo de Honduras.
    Y un recuerdo para el pueblo soviético que luchó tanto y muríó tanto, llegando a creer que tenía el Socialismo y se quedó con Stalin. Eso es otro final trágico, el del triunfo de las ideas de libertad, acabado en derrota mayúscula de la Historia.
    Saludos. (Lo disfruté.)

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