martes, 3 de agosto de 2010

El catolicismo y la sociedad

Invito a leer, aunque más no sea porque hay que conocerlo, el texto de Unamuno, San Manuel Bueno, Mártir.

Algo que pone de manifiesto Unamuno, respecto del cristianismo, es la tensión entre la megaestructura vertical impuesta desde Constantino a fuerza de espada, y la presión minimalista, de dioses personales, pequeños y con historias casi minúsculas, movida desde las bases. La cúpula católica ofreció, históricamente, una vía de escape a esa tensión permitiendo el sincretismo religioso que dio origen a un panteón superpoblado de santos y vírgenes. Pero lo concreto es que la tensión se debe a que el catolicismo (excluyo a propósito otras manifestaciones más descentralizadas del cristianismo) es una estructura de poder.

De poder político, concretamente. Es el partido político más antiguo de la Historia.

Hace unos días tuve una agria discusión al respecto -porque mis discusiones sobre el tema suelen ser agrias- en el blog Mundo Perverso de Diego F.

El catolicismo es la prueba más acabada de lo que ocurre con un poder político cuando no está saneado por elecciones democráticas. Es inevitable que hacia la cúspide del poder asciendan los más corruptos y sedientos, precisamente, de poder. El control -moral, religioso, político- de esa cúspide es efectuado por los propios integrantes de la cúspide, lo cual vuelve lógico el alejamiento casi absurdo entre un Bergoglio que libra batallas angelicales y una multitud de laicos que sólo pretende de Dios que les permita vivir en paz.

O entre un Ratzinger que propicia la misa en latín (¡cinco siglos después de Lutero!) y personas que esperan de la divinidad apenas un acompañamiento cotidiano. Que aman, tal vez, a un cura que ven cercano a ellos más en vivencias que en credos.

Creo que ese alejamiento entre una masa de creyentes que siguen con laxa indiferencia y escasísimo respeto los ritos de la tradición católica, y la cúpula más y más cerrada sobre sí misma, volviendo en pleno siglo XXI a discusiones bizantinas que el resto de la sociedad superó hace décadas, da la medida cabal de que esta Iglesia necesita hacer crisis. El modelo de representatividad de esta Iglesia necesita una crisis interna si de verdad quiere formar parte orgánica -y no simplemente ad hoc- de esta sociedad. Sinceramente, no veo que esa crisis vaya a producirse a corto plazo.

Mientras tanto, en el terreno popular los dioses siempre han sido y siempre serán paganos. Flaubert, describiendo el desencantamiento de la sociedad griega, decía que superado el siglo V a.C., cuando la Tragedia les había permitido entender que los griegos eran mejores que sus dioses, y todavía no había llegado el cristianismo, hubo un período en el que el hombre estuvo solo. Yo especificaría: estuvo con dioses paganos. Personajes menores deificados. Porque en el terreno popular, nadie tiene ganas de adorar a un dios que es lo peor de nosotros. Si Dios no se compadece de los pobres, y está en contra de cualquier ampliación de derechos, si Dios es apenas un miserable policía cósmico, la religión popular adorará a una cantante o a un desertor. Seres más cercanos, menos poderosos pero más capaces de comprender las miserias con las que cada uno de nosotros debe convivir.

Finalmente, lo más asombroso, la medida de nuestra derrota -o, si se quiere, nuestra modestísima victoria- como sociedad, es seguir disputándole al catolicismo el poder sobre los cuerpos, como si no hubiera existido Nieztsche. Porque de eso se trata el catolicismo desde Constantino: Dios es el dueño de tu cuerpo. Si sos un sacerdote, Dios a través de su representante -contra, incluso, la propia Biblia- dictamina que no podés satisfacer una necesidad básica: la sexual. Si sos mujer, ni sueñes con tomar determinaciones sobre tu propio cuerpo. No es tuyo. Es de tu hombre (ni hablemos de tu mujer), a quien le ha sido dado en concesión. Por el representante de Dios, claro. Y si sos hombre, sólo podrás utilizar una libertad mínima y culposa. Y, por supuesto, "normal". De alguna manera, unos señores que representan la institución más asesina de la Historia saben y decretan qué es normal; incluso decretando una normalidad absolutamente incomprensible para la mayor parte de los mortales.

No me extiendo para evitar que este post se vuelva soporífero. Pero tiro una punta más: el modelo católico, de influencias celestiales, intercesiones, "cuñas" en el purgatorio, ¿no les recuerda al tráfico de influencias en política?. Seguramente sí. Y no es casual.

Para terminar, ahora sí, menciono cuatro textos maravillosos que tratan el tema religioso "desde el llano". "Ensayos sobre el infringimiento cristiano", de R. Sender (derrapa feo cuando habla de astronomía, pero es muy bueno cuando se atiene al tema religioso); "Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos", de Unamuno; "Tres ensayos sobre el cristianismo", de S. Freud; "Temor y temblor", de S. Kierkegaard.

2 comentarios:

  1. Bueno, me alegro que hayas reanudado tu blog. Tenés la palabra indispensable Diego. Con enorme afecto me alegro.

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  2. Sí, Eva. Aunque todavía no sé si es una reanudación o un backup.

    En cualquier caso, en vistas de que no puedo prometer algo tan laborioso como un post semanal, intentaré al menos que la frecuencia sea de un par al mes.

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